INVITADO ESPECIAL

La crisis está ahí y no la podemos soslayar. Llegó desde el primer mundo (¡esa sí que es una novedad!) y nos está vapuleando por todas partes. A muchos les ha quitado el trabajo (y el sueño…) y a otros muchos no los deja conseguirlo. Se padece en países ricos (menos…) y en países pobres (más…). Sin embargo, como ocurre siempre, la crisis golpea más a unos que a otros y esos son los más desprotegidos, los que están en las orillas de la sociedad o de plano en los terrenos de la marginación social y económica (¿recuerdan a Orwell?: todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros”).

Uno se pregunta, ¿y cómo fue que llegamos a ésto?, ¿no hubo nadie que lo viera venir y advirtiera lo que estaba por pasar?, ¿dónde están los responsables y qué cuentas rendirán?, ¿y ahora qué?, ¿alguien va a hacer algo?, ¿es de alguien la tarea?, ¿hay alguien que quiera…y pueda? Tal vez los que se reunieron en Londres en días recientes (el Grupo de los Veinte –G20-) sean de esos. ¿Serán esos los que quieran y puedan?

La suspicacia, la desconfianza y la sospecha rondan en sus entornos. Después del niño ahogado, a tapar el pozo…. Los líderes ahí reunidos (calificativo que los sobrevalúa, sin duda) parecían preocupados por lo que pasa y con jaloneos y dudas decidieron sacar dinero (¡¿cómo?!, ¿recién impreso?) de sus tesoros para impulsar la economía global…. ¿y dónde estaban cuando todo este lío se fraguó?, ¿no se dieron cuenta?… o bien, ¿son culpables de omisión o incompetencia?, ¿o son cómplices activos o pasivos de intereses creados muy poderosos que buscaban beneficiarse de las virtudes del mercado libre e irrestricto (es decir, que el gobierno no meta las manos y deje hacer,…que no restringa la actividad económica privada de algunos… como por ejemplo… ¿Slim?), aunque a la postre el accionar de los agentes (o sea, empresas, bancos, financieras, compañías de seguros, etc.) condujera al mundo a un precipicio.

Y para abonar ese terreno de descreimiento y desconfianza está uno de los principales resultados del encuentro: darle al Fondo Monetario Internacional una escalofriante andanada de dólares para repartir. Algo así como… poner a la iglesia en manos de Lutero. ¡¡¡Ahora resulta que uno de los garantes y guardianes más celosos del orden económico y político que nos condujo hasta donde estamos está encargado de ¡sacar al güey de la barranca! … Mientras, en la cumbre del Grupo de los 20 hubo claras resistencias de algunos jefes de Estado a la acción de gobiernos interesados en impulsar políticas de gasto público (esto es, construcción de carreteras, presas, plantas eléctricas o de combustible, etc.) y otras políticas fiscales (como subsidios a productores agrícolas o industriales, reducción de impuestos [«¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano?»], entre otras) para orientarlas a impulsar una recuperación.

¿No habría sido más razonable …y más creíble… que en Londres se decidiera sobre el fondo de las formas en las que se han conducido los asuntos de la economía mundial hasta ahora?, porque hoy está claro que el mercado sin ataduras sólo conduce a que un puñado de financieros, banqueros y sus marionetas saquen provecho, mientras millones en el mundo son sólo espectadores impotentes e inermes. ¿No es hora de que nosotros (los ciudadanos comunes y corrientes) decidamos qué hay que hacer para que este desastre económico (y sus funestas consecuencias) no se repita una y otra vez?. En otras palabras, tener voz y voto sobre «que se va a hacer con nuestras canicas».

Los líderes y sus grupos de interés parecen vivir un dilema entre dos alternativas: una economía basada en el mercado libre, sin regulaciones ni interferencias por parte del gobierno –como ha sido lo predominante hasta ahora-, o una basada en la intervención del Estado en los asuntos del mercado, con normas y reglas, a partir de un proyecto nacional que cuente con el sustento de las mayorías, que no desaliente la actividad productiva y nos proteja de las codicias de terceros. Mucho se ha escrito sobre esto por años y un poco más desde el derrumbe del mundo financiero occidental que hoy nos tiene al borde de una recesión más profunda que ninguna conocida. Detrás de esas fatigosas discusiones se esconden en realidad los intereses de grupos de poder de diversa naturaleza, con sus implicaciones políticas e ideológicas, que ven en una u otra alternativa una amenaza que atenta contra sus privilegios, posiciones de poder o fuentes de riqueza.

Estos líderes no quieren…no pueden…, o no quieren ni pueden, optar por un camino diferente. El pensamiento convencional de Reagan-Thatcher para acá sigue siendo la corriente dominante y sus seguidores y personeros siguen en el poder y no pueden pensar (ni actuar) de otra manera… ni quieren.

Sus impugnadores, por contra, quieren cambios en la economía, pero no tienen la fuerza ni el poder para desplazarlos y marcar así un nuevo rumbo. ¿Qué nos espera?… ¿la parálisis? (o bien, la parálisis ya se dió… !la parálisis facial que nos dió al comprender que difícil esta la cosa!)… ¿el retroceso?… ¿las fugas hacia delante? …¿soluciones de fuerza?… ¿revoluciones populares de desesperados? …


Estamos en crisis…. en medio de la crisis.

Los saluda… con un tequila por compañía y para consuelo
El Charro Morado